EL GRAN DRAGÓN

Agosto 21, 2018

EL GRAN DRAGÓN

Agosto 21, 2018

Por fin, un gobierno panameño se percató de la importancia que significa el tener relaciones con la China Popular en vez de mantener relaciones diplomáticas con Taiwán. Como quiera que estas nuevas relaciones están en una etapa incipiente y que es la intención de este Gobierno suscribir cuanto antes un tratado de libre comercio que ha despertado nerviosismo en algunos sectores del país, tomé la decisión de visitar China para conocer de primera mano qué pudiera ofrecer el Gran Dragón a nuestra pequeña nación, en el entendimiento y así lo puede comprobar, que en Panamá pocos saben a ciencia cierta las costumbres y manera de vivir de esta nación de Oriente.

Primeramente, debo manifestar que la política exterior del actual Gobierno de China, no se fundamenta en invadir países o aportar armas a guerras extranjeras con el fin de plantar banderas en otras naciones. Su política expansionista está basada en lo que el escritor Joshua Kurlantzick, autor del libro Charm Offesive, presenta muy bien, una estrategia cariñosa con gobiernos extranjeros donde les ofrecen tecnología, infraestructuras o cualquier cosa que requieran a cambio de obtener influencia para el ingreso de sus productos a todos los mercados, adquisición de empresas locales y poder conseguir lo que su nación necesita para sobrevivir como lo son productos agrícolas, materias primas o petróleo.

Además, China, a diferencia de lo que nos hayan presentado en la televisión o cine, es un país que para estar muy poblado es extremadamente ordenado. Hong Kong, por ejemplo, posee normas diferentes a las del resto de China como consecuencia que fue territorio británico hasta 1999. Sin embargo, pese a ello, las leyes se han ido adecuando poco a poco para unificarlas con el resto de China.

El gobierno central le da mucha importancia a la justica; por ello, los cuatro principales magistrados que se deben designar en esta parte de China son escogidos cuidadosamente sobre la base de sus ideologías y pensamientos personales, pues saben que sus fallos han de afectar a millones de personas. Este tema no se deja al azar, ni se nombran en esos cargos a amigos del mandatario de turno. Calculen solo esto, Hong Kong posee 7.5 millones de habitantes y cuenta con nueve mil abogados. Panamá posee cuatro millones de habitantes y tenemos veintitrés mil abogados. Es muy difícil graduarse de Derecho en China y la justicia no se toma a la ligera. Todos los ciudadanos no solo de Hong Kong sino del resto del país se sienten seguros, pues la justicia funciona y es expedita. De hecho, la pena de muerte todavía está vigente. Aunque debo decir que el tema de los derechos de propiedad intelectual sigue sin ser resuelto a cabalidad.

Ya en el territorio de China, como es el caso de Shanghái, nos encontramos con una ciudad realmente cosmopolita. Todo aquí es de grandes dimensiones, pero impera el orden para todos los aspectos. Se siente más la influencia política del país al encontrarnos con ciertas limitantes impuestas por el gobierno, pero que parece que a nadie les importa. Por ejemplo, no se puede acceder a Google, Facebook o a Youtube ni a ciertas páginas de noticias. Cualquier página moralmente cuestionable está censurada. Aunque la ciudad es verdaderamente tecnológica –hasta en los autos hay acceso a internet– ellos poseen sus propias redes sociales y sus propios noticieros.

La ciudad cuenta con una variedad gastronómica impresionante. Y es obvio que por lo menos en Shanghái el dinero fluye sin dificultad. Ser mendigo o pedir dinero en las calles en esta parte del planeta es un delito.

Durante todas las reuniones que sostuve y cuyo tema central fueron las relaciones comerciales con América Latina las necesidades y fallas eran las mismas. China enfrenta un choque cultural e idiomático que es muy difícil de superar. Todos los que llevan relaciones comerciales en otros países hablan inglés, pero pocos en la región latinoamericana hablan chino, sin mencionar que las diferencias horarias en mucho de los casos demoran las operaciones mercantiles. Y qué decir del constante cambio de las reglas del juego a la hora de invertir o los peligros políticos que surgen en cada elección presidencial, sin perjuicio de las devaluaciones monetarias permanentes.

China, por tener exceso de dinero, está en la búsqueda de proyectos de infraestructuras, energía, tecnológicos o materias primas en donde invertir con el único fin de proveer a su nación con lo que necesita.

Y es aquí donde surgen las grandes posibilidades y los grandes peligros para Panamá, por lo que hay que saberlo manejar y sobre todo si el Gobierno entiende que negociar un tratado de libre comercio es en dos vías.

De nada servirá que China nos abra su mercado en materia agrícola, si el Gobierno no apoya a los agricultores guiándolos o convirtiéndolos con miras a entrar en el mercado asiático. Panamá puede producir papas, pero si este producto no es el que necesita China la producción se perderá. Las importaciones a Panamá en materia agrícola deben cesar con miras a apoyar a nuestros agricultores. Panamá debe poner una limitante a China a la hora de invertir, ya que el plan del gigante asiático es comprar bienes y servicios para luego adquirir las tierras y empresas y traer su propia mano de obra. Este punto es muy delicado y debe ser analizado muy bien por parte de Panamá.

En materia de importaciones, China produce de todo y más barato, claro el número de personas que viven allá y la mano de obra barata así lo permite. Por ello, la negociación de un tratado de libre comercio debe tomar muy en serio que la puerta no se puede abrir de par en par. En materia de comida, soy del criterio que todo producto que venga de China debe tener un registro sanitario de otro país de primer mundo. Así como se producen cosas extraordinarias, también se producen cosas malas.

Estados Unidos ha iniciado una guerra comercial con China, imponiéndose ambas partes nuevos aranceles a sus productos. Esto no surge de la nada sino de un intento del presidente de Estados Unidos por detener la ofensiva económica de China. Esta coyuntura puede ser aprovechada por los panameños para suplir su mercado con nuestros productos, pero ello requiere un gobierno decidido a no entregar el país a esa nación, sino primero a preparar y apoyar a los nuestros.

Por fin, un gobierno panameño se percató de la importancia que significa el tener relaciones con la China Popular en vez de mantener relaciones diplomáticas con Taiwán. Como quiera que estas nuevas relaciones están en una etapa incipiente y que es la intención de este Gobierno suscribir cuanto antes un tratado de libre comercio que ha despertado nerviosismo en algunos sectores del país, tomé la decisión de visitar China para conocer de primera mano qué pudiera ofrecer el Gran Dragón a nuestra pequeña nación, en el entendimiento y así lo puede comprobar, que en Panamá pocos saben a ciencia cierta las costumbres y manera de vivir de esta nación de Oriente.

Primeramente, debo manifestar que la política exterior del actual Gobierno de China, no se fundamenta en invadir países o aportar armas a guerras extranjeras con el fin de plantar banderas en otras naciones. Su política expansionista está basada en lo que el escritor Joshua Kurlantzick, autor del libro Charm Offesive, presenta muy bien, una estrategia cariñosa con gobiernos extranjeros donde les ofrecen tecnología, infraestructuras o cualquier cosa que requieran a cambio de obtener influencia para el ingreso de sus productos a todos los mercados, adquisición de empresas locales y poder conseguir lo que su nación necesita para sobrevivir como lo son productos agrícolas, materias primas o petróleo.

Además, China, a diferencia de lo que nos hayan presentado en la televisión o cine, es un país que para estar muy poblado es extremadamente ordenado. Hong Kong, por ejemplo, posee normas diferentes a las del resto de China como consecuencia que fue territorio británico hasta 1999. Sin embargo, pese a ello, las leyes se han ido adecuando poco a poco para unificarlas con el resto de China.

El gobierno central le da mucha importancia a la justica; por ello, los cuatro principales magistrados que se deben designar en esta parte de China son escogidos cuidadosamente sobre la base de sus ideologías y pensamientos personales, pues saben que sus fallos han de afectar a millones de personas. Este tema no se deja al azar, ni se nombran en esos cargos a amigos del mandatario de turno. Calculen solo esto, Hong Kong posee 7.5 millones de habitantes y cuenta con nueve mil abogados. Panamá posee cuatro millones de habitantes y tenemos veintitrés mil abogados. Es muy difícil graduarse de Derecho en China y la justicia no se toma a la ligera. Todos los ciudadanos no solo de Hong Kong sino del resto del país se sienten seguros, pues la justicia funciona y es expedita. De hecho, la pena de muerte todavía está vigente. Aunque debo decir que el tema de los derechos de propiedad intelectual sigue sin ser resuelto a cabalidad.

Ya en el territorio de China, como es el caso de Shanghái, nos encontramos con una ciudad realmente cosmopolita. Todo aquí es de grandes dimensiones, pero impera el orden para todos los aspectos. Se siente más la influencia política del país al encontrarnos con ciertas limitantes impuestas por el gobierno, pero que parece que a nadie les importa. Por ejemplo, no se puede acceder a Google, Facebook o a Youtube ni a ciertas páginas de noticias. Cualquier página moralmente cuestionable está censurada. Aunque la ciudad es verdaderamente tecnológica –hasta en los autos hay acceso a internet– ellos poseen sus propias redes sociales y sus propios noticieros.

La ciudad cuenta con una variedad gastronómica impresionante. Y es obvio que por lo menos en Shanghái el dinero fluye sin dificultad. Ser mendigo o pedir dinero en las calles en esta parte del planeta es un delito.

Durante todas las reuniones que sostuve y cuyo tema central fueron las relaciones comerciales con América Latina las necesidades y fallas eran las mismas. China enfrenta un choque cultural e idiomático que es muy difícil de superar. Todos los que llevan relaciones comerciales en otros países hablan inglés, pero pocos en la región latinoamericana hablan chino, sin mencionar que las diferencias horarias en mucho de los casos demoran las operaciones mercantiles. Y qué decir del constante cambio de las reglas del juego a la hora de invertir o los peligros políticos que surgen en cada elección presidencial, sin perjuicio de las devaluaciones monetarias permanentes.

China, por tener exceso de dinero, está en la búsqueda de proyectos de infraestructuras, energía, tecnológicos o materias primas en donde invertir con el único fin de proveer a su nación con lo que necesita.

Y es aquí donde surgen las grandes posibilidades y los grandes peligros para Panamá, por lo que hay que saberlo manejar y sobre todo si el Gobierno entiende que negociar un tratado de libre comercio es en dos vías.

De nada servirá que China nos abra su mercado en materia agrícola, si el Gobierno no apoya a los agricultores guiándolos o convirtiéndolos con miras a entrar en el mercado asiático. Panamá puede producir papas, pero si este producto no es el que necesita China la producción se perderá. Las importaciones a Panamá en materia agrícola deben cesar con miras a apoyar a nuestros agricultores. Panamá debe poner una limitante a China a la hora de invertir, ya que el plan del gigante asiático es comprar bienes y servicios para luego adquirir las tierras y empresas y traer su propia mano de obra. Este punto es muy delicado y debe ser analizado muy bien por parte de Panamá.

En materia de importaciones, China produce de todo y más barato, claro el número de personas que viven allá y la mano de obra barata así lo permite. Por ello, la negociación de un tratado de libre comercio debe tomar muy en serio que la puerta no se puede abrir de par en par. En materia de comida, soy del criterio que todo producto que venga de China debe tener un registro sanitario de otro país de primer mundo. Así como se producen cosas extraordinarias, también se producen cosas malas.

Estados Unidos ha iniciado una guerra comercial con China, imponiéndose ambas partes nuevos aranceles a sus productos. Esto no surge de la nada sino de un intento del presidente de Estados Unidos por detener la ofensiva económica de China. Esta coyuntura puede ser aprovechada por los panameños para suplir su mercado con nuestros productos, pero ello requiere un gobierno decidido a no entregar el país a esa nación, sino primero a preparar y apoyar a los nuestros.

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