La Unión de Latinoamérica, una Necesidad Urgente

Diciembre 17, 2004

La Unión de Latinoamérica, una Necesidad Urgente

December 17, 2004

Desde los tiempos de la Doctrina Monroe que proclamaba “América para los americanos”, pasando por el Congreso Anfictiónico de Panamá, convocado por Simón Bolívar, la idea de unir a todos los países de este continente siempre ha estado presente en la mente de los grandes estadistas.

Sin embargo, la necesidad de lograr la unificación de Latinoamérica, resulta ahora, más que nunca, urgente como mecanismo de protección de nuestros intereses comunes y como forma indispensable para alcanzar de nuestras metas comunes, las cuales debieran ser: acabar con el hambre, la pobreza y mejorar la educación.

¿Pero qué impide que tal unión se dé? Primeramente, no creo que exista un consenso que de respuesta a esta interrogante. Las diferencias y envidias no sólo internas de cada país, sino también de cada uno de los países que conforman el área Latinoamericana, puede que sea el génesis del asunto.

Por ejemplo, México está más concentrado en lograr una amnistía migratoria con Estados Unidos, así como un Tratado de Libre Comercio más amplio, que mejorar sus relaciones con el resto del Continente, con la meta de elevar su estatus económico. Los cubanos en lo único que piensan es en el final de Fidel Castro, olvidando que tal vez con el apoyo de sus hermanos latinoamericanos podrían lograr más. Los nicaragüenses y ticos continúan, después de muchos años, peleando por el alto grado de inmigrantes que pasan de un país al otro. Que decir de la lucha de Bolivia por su salida al mar, sin éxito.

Otra razón que nos impide lograr este anhelado sueño, viene de los gobiernos. Hasta hace unos pocos años, la salvaje corriente Neoliberal a que fueron sometidos nuestros pueblos, trasformó en mayor o menor grado la forma como se manejaba la sociedad. Esta política ha demostrado que en la práctica no funcionó, pues si bien es cierto existía necesidad de mejorar las empresas estatales, de ordenar el manejo económico estatal y cambiar las políticas económicas de nuestros países, con el tiempo la pobreza en cada una de ellos se ha hecho cada vez más palpable demostrando la ineficacia del sistema.

Si a ello le agregamos que los siguientes gobiernos se han caracterizado por ser corruptos, con el beneplácito de la sociedad civil, concluiremos con facilidad que los niveles de pobreza y desempleo han ido en aumento considerable. No debemos dejar pasar por alto que en muchos de nuestros países el crimen organizado cuenta con el apoyo de los estamentos de seguridad del Estado, lo que trae una contracción en la inversión privada, sin mencionar la situación de países como Colombia y el grave daño que la guerrilla le está haciendo.

Y qué decir de la política. Si de algo están cansados los pueblos son de sus insaciables políticos. Muchas promesas y pocos resultados. Llegan al poder para enriquecerse de forma inexplicable. A controlar todo lo que puedan y tratar de perpetuarse. Esta situación ha hecho resurgir a los izquierdistas, que con promesas tan falsas como la de los demás políticos y con una experiencia de fracasos, les hacen creer a los pueblos que con ellos sí llegarán al poder. Los mejores ejemplos los tenemos en Venezuela, Brasil y ahora Uruguay. ¿Pero quién los lleva el poder si no es el mismo pueblo?

La verdad es que todos estos elementos lo único que están haciendo es poniendo en peligro las democracias en cada uno de nuestros países. Los beneficiados al final del camino son aquellos que se presentan con cantos de sirenas prometiendo solucionar todos nuestros problemas, y en verdad el ser humano, y muy especialmente los más necesitados, están desesperados por creer en algo o alguien que los ayude a salir de su situación.

Somos una parte muy extensa del planeta Tierra, con una ventaja sobre cualquier otro. Hablamos el mismo idioma, con diferencias en ciertas palabras, pero al final de todo es Castellano; tenemos las mismas creencias religiosas, pues aunque el Cristianismo es la principal religión, respetamos todos los cultos; nuestra herencia cultural es la misma con muy pequeñas variantes.

Si bien es cierto han existido algunos intentos por unificar ciertas regiones de Latinoamérica, las mismas no llegan a tener el mayor de los éxitos, ya que sus protagonistas en la mesa de negociación dicen algo y en sus países hacen otra cosa. Un buen ejemplo sería el MERCOSUR, el Grupo de Río y hasta el Parlacen, por cierto bastante desprestigiado en estos días.

Y para que mencionar La Organización de Estados Americanos, que todavía no me queda claro para qué sirve.

Como buenos Latinoamericanos tenemos nuestros ojos puestos en Estados Unidos, por ser el mercado más importante del Mundo, sin excluir sus libertades y orden. ¿Pero, cómo nos ve esa nación? América Latina siempre ha sido discriminada. Tal vez porque nosotros lo hemos permitido. ¿Cuánto tiempo tuvo que esperar Chile para que se diera un Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos? ¿Le ha importado a Estados Unidos las peticiones de México sobre los problemas migratorios? ¿Cómo ayudó esa nación a Argentina a resolver su grave crisis económica? ¿Cómo se ha ayudado a Colombia con su problema de guerrillas?

A todas estas preguntas la respuesta será, poco o nada. Si estuviéramos unidos en un solo bloque, podríamos hacerle frente a muchos aspectos. Queremos negociar con los grandes, pues unámonos para ser tan grandes como ellos. Queremos aminorar los problemas migratorios de nuestros países, quitemos las barreras que nos separan. El mejor de los ejemplos lo tenemos en Europa y la llamada Comunidad Europea, cuya creación ha logrado promover uno de los bloques económicos, culturales y hasta militares más grandes del planeta, y ni siquiera sus miembros hablan el mismo idioma.

Mientras no se depongan los intereses particulares de cada país para anteponer los intereses de Latinoamérica no podremos enfrentarnos a quienes tratan de imponernos sus normas. Somos grandes históricamente, culturalmente y hasta económicamente aunque no lo crea, pero juntos triunfaremos; solos, estaremos como siempre, condenados al fracaso.

Desde los tiempos de la Doctrina Monroe que proclamaba “América para los americanos”, pasando por el Congreso Anfictiónico de Panamá, convocado por Simón Bolívar, la idea de unir a todos los países de este continente siempre ha estado presente en la mente de los grandes estadistas.

Sin embargo, la necesidad de lograr la unificación de Latinoamérica, resulta ahora, más que nunca, urgente como mecanismo de protección de nuestros intereses comunes y como forma indispensable para alcanzar de nuestras metas comunes, las cuales debieran ser: acabar con el hambre, la pobreza y mejorar la educación.

¿Pero qué impide que tal unión se dé? Primeramente, no creo que exista un consenso que de respuesta a esta interrogante. Las diferencias y envidias no sólo internas de cada país, sino también de cada uno de los países que conforman el área Latinoamericana, puede que sea el génesis del asunto.

Por ejemplo, México está más concentrado en lograr una amnistía migratoria con Estados Unidos, así como un Tratado de Libre Comercio más amplio, que mejorar sus relaciones con el resto del Continente, con la meta de elevar su estatus económico. Los cubanos en lo único que piensan es en el final de Fidel Castro, olvidando que tal vez con el apoyo de sus hermanos latinoamericanos podrían lograr más. Los nicaragüenses y ticos continúan, después de muchos años, peleando por el alto grado de inmigrantes que pasan de un país al otro. Que decir de la lucha de Bolivia por su salida al mar, sin éxito.

Otra razón que nos impide lograr este anhelado sueño, viene de los gobiernos. Hasta hace unos pocos años, la salvaje corriente Neoliberal a que fueron sometidos nuestros pueblos, trasformó en mayor o menor grado la forma como se manejaba la sociedad. Esta política ha demostrado que en la práctica no funcionó, pues si bien es cierto existía necesidad de mejorar las empresas estatales, de ordenar el manejo económico estatal y cambiar las políticas económicas de nuestros países, con el tiempo la pobreza en cada una de ellos se ha hecho cada vez más palpable demostrando la ineficacia del sistema.

Si a ello le agregamos que los siguientes gobiernos se han caracterizado por ser corruptos, con el beneplácito de la sociedad civil, concluiremos con facilidad que los niveles de pobreza y desempleo han ido en aumento considerable. No debemos dejar pasar por alto que en muchos de nuestros países el crimen organizado cuenta con el apoyo de los estamentos de seguridad del Estado, lo que trae una contracción en la inversión privada, sin mencionar la situación de países como Colombia y el grave daño que la guerrilla le está haciendo.

Y qué decir de la política. Si de algo están cansados los pueblos son de sus insaciables políticos. Muchas promesas y pocos resultados. Llegan al poder para enriquecerse de forma inexplicable. A controlar todo lo que puedan y tratar de perpetuarse. Esta situación ha hecho resurgir a los izquierdistas, que con promesas tan falsas como la de los demás políticos y con una experiencia de fracasos, les hacen creer a los pueblos que con ellos sí llegarán al poder. Los mejores ejemplos los tenemos en Venezuela, Brasil y ahora Uruguay. ¿Pero quién los lleva el poder si no es el mismo pueblo?

La verdad es que todos estos elementos lo único que están haciendo es poniendo en peligro las democracias en cada uno de nuestros países. Los beneficiados al final del camino son aquellos que se presentan con cantos de sirenas prometiendo solucionar todos nuestros problemas, y en verdad el ser humano, y muy especialmente los más necesitados, están desesperados por creer en algo o alguien que los ayude a salir de su situación.

Somos una parte muy extensa del planeta Tierra, con una ventaja sobre cualquier otro. Hablamos el mismo idioma, con diferencias en ciertas palabras, pero al final de todo es Castellano; tenemos las mismas creencias religiosas, pues aunque el Cristianismo es la principal religión, respetamos todos los cultos; nuestra herencia cultural es la misma con muy pequeñas variantes.

Si bien es cierto han existido algunos intentos por unificar ciertas regiones de Latinoamérica, las mismas no llegan a tener el mayor de los éxitos, ya que sus protagonistas en la mesa de negociación dicen algo y en sus países hacen otra cosa. Un buen ejemplo sería el MERCOSUR, el Grupo de Río y hasta el Parlacen, por cierto bastante desprestigiado en estos días.

Y para que mencionar La Organización de Estados Americanos, que todavía no me queda claro para qué sirve.

Como buenos Latinoamericanos tenemos nuestros ojos puestos en Estados Unidos, por ser el mercado más importante del Mundo, sin excluir sus libertades y orden. ¿Pero, cómo nos ve esa nación? América Latina siempre ha sido discriminada. Tal vez porque nosotros lo hemos permitido. ¿Cuánto tiempo tuvo que esperar Chile para que se diera un Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos? ¿Le ha importado a Estados Unidos las peticiones de México sobre los problemas migratorios? ¿Cómo ayudó esa nación a Argentina a resolver su grave crisis económica? ¿Cómo se ha ayudado a Colombia con su problema de guerrillas?

A todas estas preguntas la respuesta será, poco o nada. Si estuviéramos unidos en un solo bloque, podríamos hacerle frente a muchos aspectos. Queremos negociar con los grandes, pues unámonos para ser tan grandes como ellos. Queremos aminorar los problemas migratorios de nuestros países, quitemos las barreras que nos separan. El mejor de los ejemplos lo tenemos en Europa y la llamada Comunidad Europea, cuya creación ha logrado promover uno de los bloques económicos, culturales y hasta militares más grandes del planeta, y ni siquiera sus miembros hablan el mismo idioma.

Mientras no se depongan los intereses particulares de cada país para anteponer los intereses de Latinoamérica no podremos enfrentarnos a quienes tratan de imponernos sus normas. Somos grandes históricamente, culturalmente y hasta económicamente aunque no lo crea, pero juntos triunfaremos; solos, estaremos como siempre, condenados al fracaso.

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