Hacia un nuevo orden mundial

Febrero 02, 2014

Hacia un nuevo orden mundial

February 02, 2014

A partir de mediados de los años noventa, cuando llegó la transformación tecnológica, la forma y velocidad de llevar la vida y hacer negocios cambió. La Tierra empezó a girar más rápido. La tecnología impidió que las transacciones mundiales durmieran y el conocimiento se abrió a todo aquel que pudiera tener acceso a una computadora. El ser humano pasó de aprender y estudiar solamente los temas a los que tenía acceso y que le interesaban, a tener que seleccionar y filtrar tanta información como la que se ofrece hoy por internet.

Todos estos cambios fueron el inicio y puerta de entrada hacia otros tantos inimaginables. El planeta se achicó, la forma como nos podíamos comunicar se facilitó y entonces nos dimos cuenta de que no estábamos solos, que había otras tantas personas en el mundo que podían pensar y defender las mismas ideas que nosotros teníamos. Cambiaron las cosas. Se creó un nuevo orden o mejor dicho, un nuevo desorden.

¿Quién podría pensar que tendríamos a princesas enjuiciadas, a un presidente visitando a escondidas en una moto a su amante, a tesoreros de un partido con fortunas escondidas en bancos suizos, a las mayores potencias del mundo en quiebra como consecuencia de banqueros inescrupulosos que nunca han sido sancionados? ¿Quién llegaría a pensar hace veinte años que en nombre de la libertad se permitirían los matrimonios entre personas del mismo sexo y se legalizaría la marihuana, pues ahora se descubre que no le hace daño al que la consume? ¿Quién hubiera podido imaginarse que contaríamos con comunidades virtuales, monedas virtuales que cotizan, con nuevas ideologías políticas y religiosas, con tecnología que nos permitiría tomar una foto de cualquier conflicto global y convertirla en una noticia internacional?

Pero estos cambios se han dado a una velocidad que no ha permitido o no han querido permitir a ningún gobierno por obra u omisión estar al día. Las leyes aunque han empezado a ser extremadamente cambiantes y especializadas están muy atrasadas en relación a lo que está sucediendo o son aprobadas para beneficio de unos pocos. Por ejemplo: ¿cuántos países han regulado o siquiera entienden temas tan debatidos como la clonación o la reproducción artificial asistida? Y eso por mencionar dos de los ejemplos más simples, pero es que la tecnología y la era del conocimiento en la que estamos envueltos no nos permite terminar de entender un tema, cuando ya ha surgido otra cosa nueva.

Y son los pequeños espacios no regulados o regulados a la medida los que permiten que todo lo bueno y lo malo se cuele. Los gobiernos, como dice el autor francés Guilles Delenze, ya no están para mantener el orden, sino para gestionar el desorden. Por ello, los gobiernos, y esto es general, se han convertido en otra empresa, que busca clientes (ciudadanos) dóciles a quienes imponerles normas que regulen el desorden y les permitan a los potentados continuar con sus planes. En el nombre del terrorismo mundial se nos espía a todos por igual, cuando la realidad es que lo que buscan no son a los asesinos internacionales que ponen bombas. No, el espionaje está a disposición de todo aquel que lo pueda pagar con el único fin de obtener información que permita acabar con su competencia. Se nos acusa a todos por igual del calentamiento global y se nos pide que reciclemos, pero no se dicta la más mínima ley que les impida a las grandes industrias de los grandes países que son los verdaderos responsables, a que cambien su tecnología.

En los años más recientes han surgido nuevas tendencias casi impuestas por las grandes potencias en aprobar leyes estándares en todos los países del planeta. La práctica así lo demuestra. Leyes fiscales casi uniformadas y con un amplio espectro de aplicación mundial; suscripción de tratados de intercambio de información o de doble tributación; eliminación del velo corporativo en aquellos países donde la privacidad era ampliamente respetada. Esta imposición va en contra de las leyes naturales del comercio basadas históricamente en la mejor oferta. Ahora, las ofertas de bienes y servicios estarán tan estandarizadas que lo que prevalecerá es el intelecto de cada quien.

Y ante este desorden, ¿qué queda? Buscar un nuevo orden, no que cuarte la libertad, pero sí que encuentre sanción para aquellos que desean aprovecharse de las desventajas o ventajas de las demoras en reaccionar de aquellos responsables de poner los topes. Crear un nuevo orden que permita ayudar a los clientes (ciudadanos) más necesitados, aquellos para quienes no fueron hechas las leyes; aquellos que huyen de su país hasta a nado para buscar un mejor porvenir. Un nuevo orden que elimine con la legalización por parte de grandes potencias guerras comola de Siriao la legalización dela droga. Unnuevo orden que le dé acceso a la salud a todo ciudadano por igual.

Si nos sirve de consuelo, creo que algún cambio ya hemos empezado a ver en el papa Francisco, quien ha llegado para asombrarnos a todos, a través de una transformación total de una institución que se debía a los fieles y pobres, pero que había perdido su camino y cuyo responsable no era una sola persona, sino muchas que cayeron en el juego del desorden.

Solo nos queda usar los medios a disposición para ayudar a que surja este nuevo orden.

A partir de mediados de los años noventa, cuando llegó la transformación tecnológica, la forma y velocidad de llevar la vida y hacer negocios cambió. La Tierra empezó a girar más rápido. La tecnología impidió que las transacciones mundiales durmieran y el conocimiento se abrió a todo aquel que pudiera tener acceso a una computadora. El ser humano pasó de aprender y estudiar solamente los temas a los que tenía acceso y que le interesaban, a tener que seleccionar y filtrar tanta información como la que se ofrece hoy por internet.

Todos estos cambios fueron el inicio y puerta de entrada hacia otros tantos inimaginables. El planeta se achicó, la forma como nos podíamos comunicar se facilitó y entonces nos dimos cuenta de que no estábamos solos, que había otras tantas personas en el mundo que podían pensar y defender las mismas ideas que nosotros teníamos. Cambiaron las cosas. Se creó un nuevo orden o mejor dicho, un nuevo desorden.

¿Quién podría pensar que tendríamos a princesas enjuiciadas, a un presidente visitando a escondidas en una moto a su amante, a tesoreros de un partido con fortunas escondidas en bancos suizos, a las mayores potencias del mundo en quiebra como consecuencia de banqueros inescrupulosos que nunca han sido sancionados? ¿Quién llegaría a pensar hace veinte años que en nombre de la libertad se permitirían los matrimonios entre personas del mismo sexo y se legalizaría la marihuana, pues ahora se descubre que no le hace daño al que la consume? ¿Quién hubiera podido imaginarse que contaríamos con comunidades virtuales, monedas virtuales que cotizan, con nuevas ideologías políticas y religiosas, con tecnología que nos permitiría tomar una foto de cualquier conflicto global y convertirla en una noticia internacional?

Pero estos cambios se han dado a una velocidad que no ha permitido o no han querido permitir a ningún gobierno por obra u omisión estar al día. Las leyes aunque han empezado a ser extremadamente cambiantes y especializadas están muy atrasadas en relación a lo que está sucediendo o son aprobadas para beneficio de unos pocos. Por ejemplo: ¿cuántos países han regulado o siquiera entienden temas tan debatidos como la clonación o la reproducción artificial asistida? Y eso por mencionar dos de los ejemplos más simples, pero es que la tecnología y la era del conocimiento en la que estamos envueltos no nos permite terminar de entender un tema, cuando ya ha surgido otra cosa nueva.

Y son los pequeños espacios no regulados o regulados a la medida los que permiten que todo lo bueno y lo malo se cuele. Los gobiernos, como dice el autor francés Guilles Delenze, ya no están para mantener el orden, sino para gestionar el desorden. Por ello, los gobiernos, y esto es general, se han convertido en otra empresa, que busca clientes (ciudadanos) dóciles a quienes imponerles normas que regulen el desorden y les permitan a los potentados continuar con sus planes. En el nombre del terrorismo mundial se nos espía a todos por igual, cuando la realidad es que lo que buscan no son a los asesinos internacionales que ponen bombas. No, el espionaje está a disposición de todo aquel que lo pueda pagar con el único fin de obtener información que permita acabar con su competencia. Se nos acusa a todos por igual del calentamiento global y se nos pide que reciclemos, pero no se dicta la más mínima ley que les impida a las grandes industrias de los grandes países que son los verdaderos responsables, a que cambien su tecnología.

En los años más recientes han surgido nuevas tendencias casi impuestas por las grandes potencias en aprobar leyes estándares en todos los países del planeta. La práctica así lo demuestra. Leyes fiscales casi uniformadas y con un amplio espectro de aplicación mundial; suscripción de tratados de intercambio de información o de doble tributación; eliminación del velo corporativo en aquellos países donde la privacidad era ampliamente respetada. Esta imposición va en contra de las leyes naturales del comercio basadas históricamente en la mejor oferta. Ahora, las ofertas de bienes y servicios estarán tan estandarizadas que lo que prevalecerá es el intelecto de cada quien.

Y ante este desorden, ¿qué queda? Buscar un nuevo orden, no que cuarte la libertad, pero sí que encuentre sanción para aquellos que desean aprovecharse de las desventajas o ventajas de las demoras en reaccionar de aquellos responsables de poner los topes. Crear un nuevo orden que permita ayudar a los clientes (ciudadanos) más necesitados, aquellos para quienes no fueron hechas las leyes; aquellos que huyen de su país hasta a nado para buscar un mejor porvenir. Un nuevo orden que elimine con la legalización por parte de grandes potencias guerras comola de Siriao la legalización dela droga. Unnuevo orden que le dé acceso a la salud a todo ciudadano por igual.

Si nos sirve de consuelo, creo que algún cambio ya hemos empezado a ver en el papa Francisco, quien ha llegado para asombrarnos a todos, a través de una transformación total de una institución que se debía a los fieles y pobres, pero que había perdido su camino y cuyo responsable no era una sola persona, sino muchas que cayeron en el juego del desorden.

Solo nos queda usar los medios a disposición para ayudar a que surja este nuevo orden.

  Anterior
Los problemas del siglo XXI
Siguiente  
La Apatía del Humano