El futuro bancario que los organismos nos imponen

Agosto 16, 2016

El futuro bancario que los organismos nos imponen

August 16, 2016

Los grandes bancos del mundo, el Fondo Monetario Internacional y el Departamento del Tesoro de los Estados Unidos han hablado y todos deben de cumplir: los bancos pequeños deben fusionarse. En nombre de la llamada transparencia, el intercambio de información y con el fin de hacer más “eficientes” a los bancos han iniciado una corriente tendiente a buscar que los pequeños se fusionen.

Pero, ¿qué hay detrás de todo esto? Primeramente, el interés de los dictadores de reglas internacionales económicas de controlar de manera más eficaz el movimiento de dinero evitando tener que gastar grandes recursos en plazas financieras como la panameña, que cuenta con lo que ellos llaman pequeños bancos, pero que mueve grandes cantidades de dinero. No importa qué tan regulado esté el sistema bancario en Panamá o cuán eficientes seamos, los organismos internacionales no quieren distraer recursos en minucias y los cuatro grandes bancos de Estados Unidos lo quieren todo para ellos.

Por eso han iniciado un proceso de presión de la forma más tradicional conocida, quitando corresponsalías a todos aquellos que ellos consideren pequeños bancos en todo el mundo con el ridículo argumento de que los riesgos que corren al ser corresponsales versus la ganancia que reciben, no ameritan realizar el negocio. No estoy seguro de quién corre más riesgo: si los pequeños bancos que se encuentran en plazas bien reguladas o las grandes instituciones bancarias que han llevado al mundo a crisis económicas en más de una ocasión y como si no pasara nada son salvados por gobiernos y sus ejecutivos condecorados con grandes bonos por la proeza de crear pobreza.

Nos encontramos ante el surgimiento de nuevos monopolios. Sí, un monopolio bancario que controlará el dinero de todos y eliminará a la competencia que no siga las reglas.

Todo aquel que desee salirse del camino será un enemigo. Por ejemplo, desde hace algunos años ha surgido un nuevo movimiento tecnológico denominado Fintech. Se trata de empresas pequeñas que combinan las finanzas y la tecnología en búsqueda de hacer el acceso a los servicios financieros más simples para usuarios con pequeñas o grandes transacciones. Los servicios ofrecidos son muy eficientes y no requieren de los bancos para ser implementados. Los grandes bancos han sido incapaces de lograr alcanzar las innovaciones que estas tecnologías ofrecen, llegando a considerarlas públicamente como enemiga de ellos, pues aumenta la competencia, reduce precios a los consumidores y proporciona servicios financieros que no requieren de la banca tradicional. De hecho, hay tecnologías tan modernas que permiten transferir dinero sin tener que utilizar a los bancos, evitando las famosas corresponsalías. Y son sistemas como estos en los que los pequeños bancos se están apoyando para alcanzar mayor clientela.

Con estas evidencias es fácil concluir que los gobiernos deben emplear una teoría inversa a la planteada; es decir, fraccionar los emporios bancarios para evitar el monopolio. Pongo como ejemplo lo sucedido a principios del siglo XX cuando el Gobierno de Estados Unidos tomó la decisión de fraccionar a la Standard Oil, la cual no solo controlaba el mercado del petróleo sino que cometía abusos contra la competencia imponiendo las reglas que debían regir a todos. En aquel entonces no dudaron en romper el monopolio.

A nivel nacional, la solución debe ir de la mano del gobierno. Si los grandes bancos mundiales quieren negociar nuestra deuda, colocar nuestros bonos y ganar cuantiosas comisiones, se les debe exigir que den corresponsalías a los bancos locales. Esta plaza está mucho más regulada y la Superintendencia de Bancos ejerce un papel real de regulador habiendo demostrado en más de una ocasión que no le tiembla la mano a la hora de actuar, cosa que no vimos en otros países en la crisis del 2008.

Los grandes bancos del mundo, el Fondo Monetario Internacional y el Departamento del Tesoro de los Estados Unidos han hablado y todos deben de cumplir: los bancos pequeños deben fusionarse. En nombre de la llamada transparencia, el intercambio de información y con el fin de hacer más “eficientes” a los bancos han iniciado una corriente tendiente a buscar que los pequeños se fusionen.

Pero, ¿qué hay detrás de todo esto? Primeramente, el interés de los dictadores de reglas internacionales económicas de controlar de manera más eficaz el movimiento de dinero evitando tener que gastar grandes recursos en plazas financieras como la panameña, que cuenta con lo que ellos llaman pequeños bancos, pero que mueve grandes cantidades de dinero. No importa qué tan regulado esté el sistema bancario en Panamá o cuán eficientes seamos, los organismos internacionales no quieren distraer recursos en minucias y los cuatro grandes bancos de Estados Unidos lo quieren todo para ellos.

Por eso han iniciado un proceso de presión de la forma más tradicional conocida, quitando corresponsalías a todos aquellos que ellos consideren pequeños bancos en todo el mundo con el ridículo argumento de que los riesgos que corren al ser corresponsales versus la ganancia que reciben, no ameritan realizar el negocio. No estoy seguro de quién corre más riesgo: si los pequeños bancos que se encuentran en plazas bien reguladas o las grandes instituciones bancarias que han llevado al mundo a crisis económicas en más de una ocasión y como si no pasara nada son salvados por gobiernos y sus ejecutivos condecorados con grandes bonos por la proeza de crear pobreza.

Nos encontramos ante el surgimiento de nuevos monopolios. Sí, un monopolio bancario que controlará el dinero de todos y eliminará a la competencia que no siga las reglas.

Todo aquel que desee salirse del camino será un enemigo. Por ejemplo, desde hace algunos años ha surgido un nuevo movimiento tecnológico denominado Fintech. Se trata de empresas pequeñas que combinan las finanzas y la tecnología en búsqueda de hacer el acceso a los servicios financieros más simples para usuarios con pequeñas o grandes transacciones. Los servicios ofrecidos son muy eficientes y no requieren de los bancos para ser implementados. Los grandes bancos han sido incapaces de lograr alcanzar las innovaciones que estas tecnologías ofrecen, llegando a considerarlas públicamente como enemiga de ellos, pues aumenta la competencia, reduce precios a los consumidores y proporciona servicios financieros que no requieren de la banca tradicional. De hecho, hay tecnologías tan modernas que permiten transferir dinero sin tener que utilizar a los bancos, evitando las famosas corresponsalías. Y son sistemas como estos en los que los pequeños bancos se están apoyando para alcanzar mayor clientela.

Con estas evidencias es fácil concluir que los gobiernos deben emplear una teoría inversa a la planteada; es decir, fraccionar los emporios bancarios para evitar el monopolio. Pongo como ejemplo lo sucedido a principios del siglo XX cuando el Gobierno de Estados Unidos tomó la decisión de fraccionar a la Standard Oil, la cual no solo controlaba el mercado del petróleo sino que cometía abusos contra la competencia imponiendo las reglas que debían regir a todos. En aquel entonces no dudaron en romper el monopolio.

A nivel nacional, la solución debe ir de la mano del gobierno. Si los grandes bancos mundiales quieren negociar nuestra deuda, colocar nuestros bonos y ganar cuantiosas comisiones, se les debe exigir que den corresponsalías a los bancos locales. Esta plaza está mucho más regulada y la Superintendencia de Bancos ejerce un papel real de regulador habiendo demostrado en más de una ocasión que no le tiembla la mano a la hora de actuar, cosa que no vimos en otros países en la crisis del 2008.

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